10 de mayo de 2005

Herencia

HERENCIA

¿Qué memoria daré al país que me dio
cuanto recuerdo y sé, todo lo que sentí?
En la infinita noche breve el tiempo olvidó
mi dudosa medalla y hoy se burla de mí.

¿Y merezco esperar más que los otros yo?
Mundo, tú no me engañas. Yo no te engaño a ti.
Monstruos contemporáneos que Orfeo no domó
y vagan taciturnos entre el tal vez y el sí.

No quedará de mí ningún canto radioso
ni una voz matinal que palpite en la bruma
y arrancarle pueda a alguien su más secreto espino.

De todo cuanto fue mi paso caprichoso
quedará solamente, todo el resto se esfuma,
una piedra que estaba en medio del camino.

Carlos Drummond de Andrade

Versión de José Emilio Pacheco

De Nimia Vicéns

CUANDO UNA MUJER SOLA, MIRA UNA FLOR CAER

Cae del aire la flor

Tan leve amada
de ese trémulo espacio
donde viaja su huella
deslizando
aroma de su imagen
al amor...

Un pedazo de cielo
y una rama...

Nada más
cayó al aire la flor.

¡Qué solos nos quedamos
sobre el mundo
mi corazón y yo!

Nimia Vicéns

De Miguel Florián

MADRE

Abrí los párpados en medio de la noche
y tú estabas allí, insomne, aguardando
la lenta aparición, la inminente presencia
de la luz, del alba que no llega (del fuego
que regresa de una estación desierta)
y tú estabas allí, profunda y blanca,
tendida sobre la multitud de los instantes,
apartando la turbiedad confusa de mi sueño,
labrando el tiempo firme, inmóvil, de la muerte
(la edad remota de insectos transparentes
y arroyos escondidos) con su amargura
de mano inalcanzable, de boca detenida
sobre la frente nueva, de beso que separa
el porvenir, y lo devuelve al seno de la tierra,
al estallido ciego de otra edad. Abrí los ojos
y tú estabas allí, mirándome, en medio de la muerte.

Miguel Florián