Las flores malditas: Charles Baudelaire
LA BELLEZA
LA BEAUTÉ
Bella soy, ¡oh mortales!, como un sueño de piedra,y mi seno, que a todos siempre ha martirizado,
para inspirar amor a los poetas medra
a la materia igual, inmortal y callado.
En el azul impero, incomprendida esfinge;
al blancor de los cisnes uno un corazón frío;
detesto el movimiento que a las líneas refringe,
y nunca lloro como jamás tampoco río.
Los poetas, al ver mis grandes ademanes,
que parecen prestados de altivos edificios,
consumirán sus días en austeros afanes;
pues, para fascinar a amantes tan propicios,
tengo puros espejos que hacen las cosas bellas:
¡mis ojos, tan profundos, como eternas centellas!
Charles Baudelaire
Versión de Ignacio Caparrós
RECOGIMIENTO
RECUEILLEMENT
Cálmate, dolor mío, y tu angustia serena. Anhelabas la noche. Ya desciende. Aquí está.
Una atmósfera oscura cubre a París. Traerá
a unos cuantos la paz, a otros muchos la pena.
Mientras la muchedumbre que se rinde al placer
Su verdugo inclemente por las calles anhela
Cazar remordimientos bajo la fiesta en vela,
Tú, dolor, ven a mí. Dame la mano al ver
Que es posible escaparse de los ya muertos años
Con sus antiguos trajes en el balcón celeste.
Ya brotan, como salen del mar, los desengaños,
Cuando el sol, bajo un arco, se muere en lontananza.
Ahora, tal un sudario que desciende del este.
Observa, mi dolor: la inmensa noche avanza.
Charles Baudelaire
Versión de José Emilio Pacheco
LOS GATOS
LES CHATS
Los amantes ardientes y los sabios austeros Aman del mismo modo, cuando su edad declina,
Al gato fuerte y dulce, maravilla felina,
Que en la sala se esconde de los fríos traicioneros.
Amigos de la ciencia y la voluptuosidad,
indagan el silencio y el horror de lo oscuro.
Seguirían del Erebo al fúnebre conjuro
Si algún amo pudiera vencer su vanidad.
Adoptan mientras duermen las nobles posiciones
De las pétreas esfinges que en la arena desierta
Sueñan el sueño insomne de quien nunca despierta.
En sus flancos fecundos duermen constelaciones.
Y partículas de oro, haces de magia incierta,
Encienden sus pupilas con místicas visiones.
Charles Baudelaire
Versión de José Emilio Pacheco
A LA QUE PASA
A UNE PASSANTE
La avenida estridente en torno de mí aullaba. Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa,
pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa
Casi apartó las puntas del velo que llevaba.
Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa,
Me hizo beber crispado, en un gesto demente,
En sus ojos el cielo y el huracán latente;
El dulzor que fascina y el placer que destroza.
Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza,
Por tu brusca mirada me siento renacido.
¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido?
¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza.
Nunca estaremos juntos. Ignoro adónde irías.
Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías.
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