23 de noviembre de 2005

Irlanda al mundo: Yeats

CUANDO ESTÉS VIEJA
WHEN YOU ARE OLD

Cuando estés vieja y gris y soñolienta
y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.

Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia
y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.

E inclinada ante las relumbrantes brasas
murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

W. B. Yeats

Versión de Nicolás Suescún

SU VISIÓN EN EL BOSQUE
HER VISION IN THE WOOD

Tronco seco entre viva fronda, en la medianoche
de negro vino, yo, por el bosque sagrado,
vieja para el amor de un hombre, en mi furor
hombres imaginaba. Y acaso imaginando
que un más leve dolor al punzante ahogaría,
o por ver si corría sangre por las ajadas
venas, mi cuerpo herí: que cubriera su vino
todo lo que recuerda a unos labios de amante.

Y luego, como alzara mis dedos, la mirada
fija en el negro vino de las uñas, o el negro
que escurría a lo largo de mis dedos ajados,
el negro se hizo rojo, y brillaron antorchas,
y violenta una música estremeció a los árboles:
una tropa que en andas llevaba a un hombre herido,
hondas cuerdas tañendo, a su compás cantaba
e increpaba a la bestia que esa llaga infligiera.

Eran bellas mujeres las que movía el canto:
desatado el cabello, la frente atormentada
-tropel de algún pintor del Quattrocento, imagen
impensante de algún pensativo Mantegna...
¿y por qué pensarían las para siempre jóvenes?-.
Pero ya contagiada por tanta pesadumbre
y mirando sus pechos salpicados de sangre,
mi maldición lancé de pronto con el coro.

Y aquello, sangre, escoria, despojo de la bestia,
clavó en mí la mirada vidriosa. Amargo y dulce,
el amor me llenó la boca. Mas no vieron
los cuerpos de medalla o fresco desplomarse
mi cuerpo; mi alarido no oyeron: se ignoraban,
ebrios de su cantado vino, los portadores
-no de símbolo o fabula- de aquel en quien se aunaba
para mi corazón la víctima al verdugo.

W. B. Yeats

Versión de Ulalume González de León

EFÍMERA
EPHEMERA

«Tus ojos que antaño nunca se cansaron de los míos,
se inclinan hoy con pesar bajo tus párpados oscilantes
porque nuestro amor declina».

Y responde ella:
«Aunque nuestro amor se desvanezca,
permanezcamos junto al borde solitario de este lago,
juntos en este momento especial
en el que la pasión, pobre criatura cansada, cae dormida.
¡Qué lejanas parecen las estrellas,
y qué lejano nuestro primer beso,
y qué viejo parece mi corazón!».

Pensativos caminan por entre marchitas hojas,
mientras él, lentamente, sosteniendo la mano de ella, replica:
«La Pasión ha consumido con frecuencia
nuestros errantes corazones».

Los bosques les rodeaban, y las hojas ya amarillas
caían en la penumbra como desvaídos meteoros,
entonces un animalillo viejo y cojo renqueó camino abajo.
Sobre él, cae el otoño; y ahora ambos se detienen
a la orilla del solitario lago una vez más.
Volviéndose, vio que ella había arrojado unas hojas muertas,
húmedas como sus ojos y en silencio recogidas
sobre su pecho y su pelo.

«No te lamentes», dijo él,
«que estamos cansados porque otros amores nos esperan,
odiemos y amemos a través del tiempo imperturbable,
ante nosotros yace la eternidad,
nuestras almas son amor y un continuo adiós».

W. B. Yeats

Versión de Luis Zalamea